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jueves, 25 de octubre de 2012

Bases militares de EE.UU.: depredan soberanía, medio ambiente y salud humana

Depredan, contaminan y matan
Nuevamente dos soldados norteamericanos, destacados a una de las bases militares que mantiene Estados Unidos en Okinawa, han vuelto a avivar la polémica sobre las negativas consecuencias de estas instalaciones con que Washington ha sembrado el mundo para garantizar su hegemonía militar.
  
El lamentable hecho, en el que dos soldados violaron a una joven japonesa, no es nuevo. Reiteradamente se han registrado casos como este en la isla japonesa de Okinawa, que desde hace 67 años sufre la presencia de las instalaciones militares estadounidenses y sus tropas que violan los requisitos jurídicos sobre derechos humanos y medioambientales.

Esta situación se repite en otros países del orbe donde Washington en su afán hegemónico mantiene bases militares. Catastróficos son los efectos sobre la salud y el medio ambiente de estos enclaves.

Debe tenerse en cuenta que, de acuerdo con expertos, el ejército estadounidense es el mayor contaminador del  planeta.

Las más de mil bases en todo el mundo, unida a las seis mil que mantiene en su propio territorio, más las extensas operaciones militares globales de Estados Unidos, están exentas de limitaciones para el vertido de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático.

Uranio empobrecido, petróleo, combustibles, pesticidas, agentes defoliantes como el Agente Naranja, plomo y grandes cantidades de radiación derivadas de la producción, prueba y uso de armas, son sólo algunos de los agentes contaminantes con los cuales el ejército estadounidense está contaminando el medio ambiente.

A esto se suma el aumento de las tasas de delincuencia, la imposibilidad para la mayoría de países de acogida de juzgar a soldados estadounidenses y, más concretamente, los altos índices de violaciones, prostitución y explotación de mujeres que envuelven a esas instalaciones.

Es una realidad también que muchas comunidades perdieron tierras y hogares, o incluso territorios ancestrales sagrados, para dar cabida a una base militar estadounidense.

Para muchos el asunto también pasa por  la cuestión moral de que el país donde se instala este enclave se convierta en cómplice de la violación del derecho internacional humanitario y de guerra, algo que es cotidiano en el accionar de Washington.

Pero es sobre todo, una perdida de la soberanía nacional,  de presión sobre terceros países y una forma encubierta de colonizar el mundo.